Reseña del último concierto de los angelinos en México
Por Héctor Juárez
Tras 10 años de espera, la Ciudad de México recibió a Metallica, banda amada y odiada por igual. El último de tres conciertos, es decir, el del pasado domingo 7 de junio, quedará en la memoria de los que asistimos como algo inolvidable. Dejando a un lado el ridículo y llamativo operativo de la Policía Federal contra los vendedores de playeras, tazas y cualquier recuerdo del evento a las afueras del inmueble ubicado en Río Churubusco, la noche estuvo llena de energía, entrega, frenesí y locura, tanto en el escenario como fuera del mismo. Antes de la salida de la banda, se repitió aquella guerra de objetos entre gradas y general B de las otras dos fechas, ridícula sí, pero entretenida, porque no sólo cajas de pizza y vasos de cerveza se dejaron ver, sino algunos traseros desnudos y muchas mentadas de madre. Pero justo a las nueve los ánimos y la atención se centraron en el escenario. James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo encendieron a los asistentes con los acordes de “Creeping Death” y a partir de ahí todo fue un brutal, furioso y pasional ritual hacía Metallica. Cabe mencionar que el setlist fue muy bueno, ya que mezclaron rolas de su nuevo disco “Death Magnetic”, que sin ser una maravilla tiene canciones que quedaron grabadas en la memoria colectiva como “All Nighmare Long” o “The Day that Never Comes”, así como de sus discos de los ochentas y el famoso álbum negro. La sorpresa fue la inclusión de “Fuel”, incluida en el disco “Reload”, publicado en la década menos prolífica de la agrupación. Y durante dos horas y quince minutos se oyeron clásicos como “Master of Puppets”, “Enter Sandman”, “One” y “Seek and Destroy” como otras igual de buenas pero menos comerciales como “Hit the Lights”, “…And Justice For All”, “Harvest of Sorrow” entre otras que inundaron la noche de buen thrash. Pero no sólo los 60 mil asistentes fueron testigos de la furia y la entrega de Metallica.Una hermosa luna iluminó el espacio y se complementó con los fuegos pirotécnicos y las llamas que levantaron gritos, aplausos y elevaron la adrenalina al máximo. Hetfield, preguntó si queríamos más, quería que el lugar retumbara con los gritos y cánticos y todos obedecimos. Cuando cuatro tipos salen y dan el máximo, es difícil negarles algo. Al final, antes de interpretar “Seek and Destroy” Hetfield agradeció los aplausos y pidió que todos cantaramos lo más fuerte que pudieramos y todos sabíamos que era el fin, pero eso no calmó a nadie y la rola incluida en su disco debut “Kill ´em All” fue el cierre perfecto para una noche inolvidable, irrepetible, única. Y al prender las luces la adrenalina siguió a tope, ya que al salir, todos gritamos de emoción, el último grito antes de regresar a la normalidad. Un último grito donde quedo claro que Metallica se fue, pero cada uno de los que estuvimos allí nos llevamos en la memoria dos horas de buen, puro y frenético rock.
lunes, 14 de septiembre de 2009
METALLICA ES LA LUZ¡¡¡¡¡¡
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